La filosofía y la condición finita del hombre; el pensamiento autónomo y el estado de interpretado; el medioevo y la teología: la historia en manos de Dios, el poder pastoral y la Inquisición; Cristóbal Colón y René Descartes: el descubrimiento de América, la conformación de un sistema mundo y el surgimiento de la subjetividad capitalista; el hombre de la burguesía: ahora ocupa la centralidad y comienza a hacer la historia.
Habíamos dicho en el programa anterior que la filosofía tiene como surgimiento la condición finita del hombre.
En realidad, si el hombre no fuera un ser finito, es decir, un ser finito es una frase un poco demasiado exquisita para decir que estira la pata, digamos, más concreto, el hombre se muere y es porque se muere que reflexiona, filosofa, hace todas las cosas que hace sobre este mundo.
Si en lugar de hombres fuéramos dioses no nos preocuparía las cosas que preocupan a la filosofía, porque los dioses no hacen filosofía, los dioses son dioses, y bueno, o retozan en el Olimpo, o les dictan las tablas de la ley a Moisés, bueno, o hacen cosas que ninguna de las cuales implica morirse; pero el hombre sí, el hombre es un ser finito, y lo interesante de esto, para avanzar, porque esto ya lo dijimos, es ¿qué pasaría si fuéramos inmortales?
¿Qué pasaría si no nos muriéramos?
Hay un cuento, excelente cuento, porque no todos los cuentos de Borges son buenos, pero este es bueno, es bueno en serio, que es El inmortal. El inmortal trata justamente la historia de alguien que no va a morir jamás, y se encuentra con Homero una vez, Homero que es inmortal. Entonces narra y dice: me despedí de Homero en las puertas de Tánger, creo que no nos dijimos adiós. Claro, porque dos inmortales no se pueden decir adiós. Dos inmortales inevitablemente, en el largo de su inacabable vida, se van a volver a encontrar en algún momento.
Nosotros decimos adiós, hasta luego, hasta pronto, que te vaya bien en ese viaje, ojalá vuelvas pronto, porque sabemos que cada partida puede no tener un retorno. Dos inmortales que se separan saben que en algún momento de sus vidas se van a volver a encontrar.
O sea, ¿qué sacamos de esto? Que el hombre es un ser patético, patético porque vive una situación patética, la de saber su finitud, pero a la vez es un ser precioso porque cada uno de los instantes de su vida vale infinitamente. El instante de la vida de un inmortal no vale nada porque ese instante va a ser repetido hasta hasta la náusea, va a ser repetido hasta el infinito.
En cambio, cada uno de los instantes de nuestra vida es único, es único porque es un camino hacia la muerte, es verdad, pero es también nuestra vida actual, presente, la que estamos viviendo ahora. Entonces, eso es lo que nos hace preciosos, preciosos. Cada momento de nuestra vida es precioso. Entonces, eso es, digamos, lo que Borges básicamente plantea en ese cuento, El inmortal, y lo plantea muy bien y, por supuesto, con muy buena prosa porque Borges escribía muy bien.
Ahora, el pensamiento filosófico es deseable que sea autónomo. Autónomo. Y no sólo el pensamiento filosófico, el suyo también, el mío también, en general es conveniente, es recomendable que nuestro pensamiento sea autónomo, es decir, que sea nuestro, que no seamos pensados por el sistema, por darle este nombre así general a la cosa, digamos, hay un enorme sistema que nos piensa, que piensa todo por nosotros, entonces nos ahorra la terrible tarea de pensar.
A esto Heidegger lo llama vivir en estado de interpretado. Casi toda la gente de este mundo vive en estado de interpretado. Les voy a dar un ejemplo de estado de interpretado: la ideología taxi. Espero que los taxistas no se enojen conmigo, yo tomo muchos taxis, pero generalmente uno sube al taxi y el taxista argentino tiene una costumbre muy peculiar, que es que uno sube y él le empieza a hablar; esto es muy argentino, pero le empieza a hablar de lo que escucha por la radio. Entonces, apenas dice dos palabras, uno ya sabe qué radio escucha. Entonces, uno puede decirle, mire, no siga hablando porque yo sé que usted me va a decir esto, esto, esto, esto y esto. Ah, dice el taxista, ¿cómo lo sabía? Y lo sé porque eso es lo que dicen en la radio que usted escucha. Entonces, usted no está diciendo sus ideas, está diciendo las ideas de la radio que escucha. Usted no está hablando, está siendo hablado. usted no está pensando, está siendo pensado. Usted vive en estado de interpretado. Sus ideas no son suyas. Lo que usted dice no le pertenece.
Entonces, esta cuestión de vivir en estado de interpretado, Heidegger la va a llamar la existencia inauténtica. La existencia inauténtica es, ante todo, aquella que es incapaz de reflexionar de cara a la finitud del hombre. La existencia inauténtica es aquella que vive en exterioridad.
Vamos a dar dos, tres elementos de la existencia inauténtica. La avidez de novedades. Por ejemplo, la gente vive devorada por la avidez de novedades, es decir, salta de una cosa a la otra. ¿Qué hay de nuevo en literatura? Tal cosa. ¿Qué hay de nuevo en moda? Tal otra. Por eso, digamos, la moda, que es un ejemplo total de la avidez de novedades, cambia constantemente, justamente para posibilitar y facilitar y promover el consumo. La avidez de novedades.
Después, está también lo que hay que leer, lo que hay que ver, etcétera. Todo esto tiene que ver con la existencia inauténtica, es decir, son sujetos sujetados por el poder.
La filosofía tiene como condición de posibilidad dejar de lado a Dios, porque la filosofía es un sistema de formular preguntas y de posibilitar algunas respuestas, pero fundamentalmente yo diría que la filosofía es el arte de preguntar; en cambio Dios es el arte o el ser que da todas las respuestas.
Durante el medioevo, durante el medioevo, los hombres no hicieron filosofía porque la verdad, la verdad les era revelada por Dios. Al serles la verdad revelada por Dios, no buscaban la verdad, bastaba creer en Dios, bastaba creer en lo que Dios revelaba a través de los textos evangélicos para tener todas las respuestas. En realidad era una situación bastante cómoda. Es decir, la vida era un páramo de lágrimas pero alguien había venido a sufrir y había redimido todos nuestros pecados y hay una promesa que es la promesa divina que vamos a llegar al reino de los cielos y ahí seremos todos eternos y felices.
Este relato por supuesto paraliza a los seres humanos porque todo está resuelto. Todo está resuelto, no hay preguntas que hacer porque Dios las responde a todas, no hay orden histórico que transformar porque este no es, este decurso histórico no es el importante sino el que va a venir después, el del reino de los cielos. Entonces durante diez o trece siglos la historia permaneció detenida, permaneció detenida porque no son los hombres los que hacen la historia. Cuando los hombres se someten a la veracidad divina, al juicio divino, a la promesa divina, no toman la historia entre sus manos. El que está haciendo la historia es Dios. Es tanto lo que creen en la figura de Dios y de sus representantes terrenos, es decir, la iglesia, que quedan históricamente paralizados.
Si a eso le añadimos el poder terrenal, despiadado, de la inquisición, entonces efectivamente los hombres trabajan, son labriegos y toda verdad es una verdad revelada por Dios. Y la duda que pueda tener cualquier hombre la tiene que ir a decir en el confesionario, entonces en el confesionario surge lo que Michel Foucault llama el poder pastoral. El poder pastoral es uno de los poderes más despóticos que se han instalado en la Tierra, el poder pastoral es el poder de los representantes de la iglesia en el confesionario; es decir, que hace alguien cuando va al confesionario, le va a decir al cura ante el cual se somete en el confesionario, le va a decir lo que le pasa: padre he pecado, o padre he hecho esto o aquello, y el cura lo escucha y domina su subjetividad, la tiene. El otro le entrega la subjetividad al cura y el cura la recibe y le da dos o tres cosas, padre nuestros, etc, y lo manda fuera.
Entonces, hay un poder pastoral, dice Foucault, que se realiza a través de la confesión. Luego, va decir Foucault, va a venir el poder pastoral del estado, va a ser el estado moderno el que a través de la ciencia, las prisiones, los manicomios, el psicoanálisis, va a representar ese poder pastoral. Ustedes observan lo interesante que dice Foucault es que esa confesión que el hombre del medioevo le hacía al cura es muy similar a la confesión que el paciente le hace al psicoanalista hoy en día, de modo que el poder pastoral en el estado moderno lo tienen las instituciones medicinales, psicoanalíticas, las cárceles, los manicomios, donde se agrupa a la gente.
Colón al descubrir América implica, escenifica la decisión del hombre prometeico de ir a la conquista de los territorios nuevos.
Es una empresa capitalista porque Colón va a América para expropiar América. Entonces, cuando decimos que la conquista española de América implicó la muerte de 50 millones de indígenas, tratemos de sacar esta cifra de la estadística y de pensarla como lo que realmente es. Cada uno de esos 50 millones fue uno. Hay una frase que sobre el holocausto judío dice, no mataron seis millones de judíos, mataron un judío y después lo mataron seis millones de veces más.
Entonces, esta conquista y este genocidio americano es del hombre capitalista. Como los españoles eran algo lentos en esto, fueron aventajados por los piratas que robaban los galeones españoles que llevaban el oro y lo derivaban a Inglaterra que se hizo la gran nación de la burguesía industrial.
Ahora bien, en 1637, Descartes pone al hombre en la centralidad. Desplaza a Dios. Dios ya no es el que está en la centralidad. Dios ya no es el centro, el que revela la verdad a los demás hombres. Ahora, lo que es puesto en la centralidad de la explicación de la historia humana es el hombre. El hombre, atención, en tanto sujeto. El hombre en tanto pensamiento, el hombre en tanto subjetividad.
Lo que hace Descartes es decir, con esa famosa frasecita, pienso, luego, existo, cogito, ergo, sum, lo que está diciendo Descartes es que el sujeto capitalista al cual él representa se define por la subjetividad, y que ahora es la subjetividad aquello que da fundamento a todo lo existente. La subjetividad es ahora el subiectum.
El subiectum es aquello que subyace a todo lo que existe. Así como los griegos lo llamaban hipokeimenon, es decir, aquello que es como el basamento de todo lo existente, Descartes, al poner el pensamiento como base de todo decurso filosófico, histórico, etcétera, etcétera, ahora es la subjetividad del hombre el punto de partida de todo razonamiento.
Con esto, entonces, nosotros tenemos nada menos que esta subjetividad no es cualquier subjetividad. Esto que yo estoy explicando habitualmente no se explica de este modo. Habitualmente se dice que Descartes dijo pienso luego existo, que después vino Kant y dijo las condiciones de posibilidad del sujeto son las mismas que las del objeto, que después vino Hegel y dijo todo consiste en concebir a la sustancia como un sujeto. Es decir, ¿qué hace esa gente? No hace historia razonada de la filosofía, hace historia de los héroes del pensamiento, digamos; Descartes, pasamos a Kant, pasamos a Hegel, pasamos a Nietzsche, entonces todo esto es un gran movimiento, es decir, Colón descubre América, Copérnico, Giordano Bruno, Galileo y Descartes, y Descartes viene a decir, ya que hemos desafiado tanto en el campo astronómico a el poder de la iglesia, digamos la verdad, el hombre se está adueñando de la historia.
Cuando Descartes y el renacimiento surgen, es que el hombre se está adueñando de la historia.
Les voy a dar un ejemplo muy contundente: durante trece siglos en la Edad Media no pasó nada o pasó poco; el Discurso del método es de 1637 y en 1789 ocurre la gran revolución burguesa que es la revolución francesa. De 1637 a 1789 hay muy poco tiempo. Cuando Descartes escribe el discurso del método le está cortando la cabeza a Luis XVI, porque ahí es el hombre de la burguesía el que se pone en la centralidad y es el hombre de la burguesía capitalista el que comienza a hacer la historia.
Entonces cuando el hombre comienza a hacer la historia, la historia se dinamiza, porque el hombre ya no está esperando de Dios, que Dios haga la historia, la hace él. Entonces la historia cobra un ritmo que antes no tenía, porque antes era la etapa de la espera, se esperaba el reino de los cielos, ahora los hombres ya no esperan nada: lo hacen todo ellos.
Hegel decía que Descartes era un héroe del pensamiento, y efectivamente lo es. Es un héroe del pensamiento del capitalismo burgués. Con Descartes surge la subjetividad capitalista.
A algunos quizás les llame la atención que yo una a Descartes con el surgimiento de la subjetividad capitalista, pero es que la filosofía es así. La filosofía ocurre en medio de la historia, en medio de las relaciones de producción y en medio de las relaciones sociales de producción. Descartes es un señor burgués que decide que la subjetividad de su clase social, la burguesía, es el elemento fundante de toda la realidad.
Entonces, Hegel, que también era un filósofo de la burguesía, lo llama héroe del pensamiento porque se ha atrevido a dudar de todo y sobre todo se ha atrevido a dejar a Dios como principio supremo. Entonces, la cabeza de Luis XVI, cuando cae... No es que sea Descartes el que le tiró la guillotina y la cabeza rodó, pero sí es el pensamiento de Descartes el que dio origen a ese proceso histórico que llevó a las turbulentas jornadas de la Revolución Francesa, la toma de la Bastilla y el decapitamiento de Luis XVI.
Es muy interesante ver que el pensamiento de Descartes es subversivo. En la Argentina esta palabra tiene un triste recuerdo y en realidad cada vez que la decimos nos ponemos mal porque recordamos etapas muy muy negras de la Argentina en las cuales ni por asomo este programa habría podido ser realizado. Es decir, todos los que estamos haciendo este programa en otra etapa de la Argentina salíamos a la calle y no existíamos más después, pero bueno, porque ya nos estaban esperando.
Pero el pensamiento de Descartes es subversivo porque cuestiona el orden instaurado de la teología medieval, cuestiona el orden de la iglesia y cuestiona el orden de la inquisición. Por eso Descartes, que quizás no era demasiado valiente, escribió el Discurso del método en Holanda que era un país liberal donde todavía se podía escribir y pensar, porque en realidad un filósofo para pensar tiene que tener cierta tranquilidad de espíritu. No se puede pensar y estar esperando que a uno lo vengan a buscar para decapitarlo, tirarlo por ahí, ese tipo de cosas. El pensamiento exige la libertad del contorno. Los regímenes autoritarios lo primero que hacen es establecer un dogma y prohibir el pensamiento libre. Eso ocurre tanto en la iglesia medieval como ocurrió en el régimen soviético durante el stalinismo, es decir, que se establece un dogma del partido y el que piensa fuera del dogma del partido es liquidado, Siberia.
Bueno, entonces, el pensamiento de Descartes es subversivo porque lo subversivo es lo que subvierte, es decir, lo que subvierte es que cambia, lleva a que una cosa se transforme en otra, y el pensamiento de la burguesía capitalista que expresa Descartes se expresa en la realidad a partir de la praxis de los revolucionarios franceses.
Hay cosas notables que influyen en la historia. Una de las cosas que más decidió el ímpetu salvaje de la revolución francesa fue el pensamiento, por supuesto, de los ilustrados, el pensamiento de la ilustración, los que escribieron la enciclopedia, Diderot, D'Alembert, Rousseau, Voltaire, pero hubo una frase de María Antonieta que llenó de indignación y de fuerza revolucionaria a toda la población, al menos a las clases que pasaban hambre. Le preguntaron a esta reina, le dijeron, le informaron a esta reina que el pueblo tenía hambre. Y célebremente, célebremente, María Antonieta dijo, ¿por qué tiene hambre el pueblo? Y le dijeron, porque no tiene pan. Y ella respondió: bueno, que coman pasteles.
Y este fue uno de los motivos que dinamitó la revolución francesa. Esa frase resultó intolerable para la plebe y la plebe, a partir de esa injuria, decide rebelarse y la revolución se desata. Como vemos, a veces basta un elemento de irritación para que una situación encuentre el desenlace histórico detrás del cual estaba. O sea, trece siglos de edad media no resuelven nada, y... La subjetividad del hombre capitalista de la modernidad se arroja en una historicidad desbocada que en poco más de un siglo produce un hecho trascendental como la Revolución Francesa.
La Revolución Francesa pone al hombre capitalista en la centralidad. Es la burguesía capitalista la que se adueña del poder. La monarquía pertenece al pasado. Una revolución consiste en poner en el centro de la historia a la clase históricamente más moderna, más revolucionaria. Entonces, la aptitud que va a tener el hombre capitalista es la aptitud de hacer la historia.
Como vamos a ver, y esto va a volver muy apasionante en nuestro curso, el capitalismo va a generar su antagonista, que va a ser el proletariado. Y eso nos lo va a explicar el cabezón barbado Marx que vimos ahí.
Ahora, lo dejamos aquí, yo que sé, me voy, porque la filosofía tiene que salir a la calle y ensuciarse un poco.