¿Por qué un curso de filosofía? El ser humano y las preguntas de la filosofía: el hombre como ser finito que sabe que muere y, sin embargo, sigue viviendo y piensa su situación en el mundo. ¿Por qué "Filosofía, aquí y ahora"?, pensamiento situado. El poder de los medios y la colonización de la subjetividad. René Descartes y el discurso del método: la duda metódica. ¿Qué hacemos con lo que hicieron de nosotros?, condicionamientos y responsabilidad: somos lo que elegimos ser.
Créase o no, este es un programa de filosofía por televisión. Este programa tiene un nombre, Filosofía aquí y ahora.
¿Por qué aquí y ahora? Bueno, en principio, digamos, es aquí, es decir, es en la televisión argentina. Esto implica un grado de novedad muy grande. La novedad es lo que surge inesperado, la novedad es lo que nadie espera, y quizás lo que nadie esperaba es que se hiciera filosofía por televisión.
Estamos aquí para responder preguntas fundamentales, las preguntas de la filosofía tienen ese carácter; es decir son fundamentales porque remiten a las cuestiones esenciales de la condición humana.
La primera pregunta que nosotros vamos a formularnos es una pregunta que se formula un filósofo alemán de nombre Martin Heidegger en un libro de 1935 y la pregunta que hace, que es como para quitarle el sueño a cualquiera, espero que no se los quite a ustedes, pero si se los quita mejor porque van a sentir en carne viva que es la filosofía, digamos, la filosofía es una disciplina que incomoda, que acorrala, que sofoca, que da enormes satisfacciones pero que requiere también un trabajo intenso.
La pregunta que hace Heidegger es ¿por qué hay algo y no más bien nada?.
Es una pregunta central, absoluta, definitiva, es la pregunta de las preguntas. Porque en realidad todos nosotros estamos acá, todos nosotros andamos en este mundo, yo estoy aquí, usted está ahí, pero ¿por qué nos preguntamos esto? ¿por qué hay algo y no más bien nada? Porque bien pudo haber ocurrido que no hubiera nada, cosa que nosotros no podemos ni siquiera imaginar, porque no podemos concebir la nada absoluta. Lo que sabemos es que hay algo, está todo esto, está la tierra, está el cielo, miramos, están las estrellas, y de ahí surgen las preguntas definitivas.
¿Saben por qué las preguntas son definitivas? Porque el ser humano es el único que se hace estas preguntas.
El ser humano, que es un ser imperfecto en medio de un mundo y un universo perfectos, que es un ser finito en medio de la temporalidad infinita del universo, que es un ser carenciado en medio de la abundancia que lo rodea, se siente a veces muy pequeño ante tanta grandeza. Y al sentirse así, quizás afrontar ese sentimiento es la muestra más grande de su grandeza.
Porque es cierto, Hegel lo decía, la Tierra es un cascote que meramente gira alrededor del Sol y eso le quita o le entrega la pequeñez que es ante la inmensidad del Universo. Pero, dice Hegel, en este cascote que es la Tierra, en este cascote que meramente gira alrededor del Sol, hay un ser metafísico que se pregunta por el sentido del Universo.
Es decir, ese ser metafísico es el hombre.
El hombre está en un cascote, el hombre es un ser pequeño, finito, mortal, lleno de angustia, lleno de miedo, destructivo, autodestructivo, pero tiene la grandeza de saber que muere y de seguir viviendo. Y tiene la grandeza, además, de preguntarse por todo esto, por la totalidad.
La totalidad es todo lo que hay. Y la pregunta por todo lo que hay la formula aquí el hombre; el ser humano se pregunta por qué hay algo y no más bien nada. Esa pregunta hace su grandeza y esa pregunta también lo llena de angustia porque esa pregunta, en efecto, quizás no tenga respuesta. Este ser metafísico que se pregunta por el sentido del universo quizás no llegue nunca a obtener esa respuesta.
No sé si ustedes recuerdan la escena de una película de Woody Allen, donde Woody Allen, chiquitito, no quería seguir yendo al colegio, porque más o menos decía que nunca iban a poder enseñarle todo lo que él necesitaba saber, porque el universo estaba en expansión. Y claro, si el universo está en constante expansión, nunca vamos a poder saber todo lo que tenemos que saber, porque nunca vamos a poder alcanzar la expansión del universo. Woody Allen en este sentido es un filósofo, es un filósofo. Hace filosofía a su modo, hace filosofía desde las películas, desde el espectáculo.
Hay una frase que dice Einstein, muy famosa, que dice así: Dios no juega a los dados con el universo. Y Woody Allen dice Sí, Dios no juega a los dados, juega a las escondidas. Es decir, la frase tiene una dramaticidad muy grande, que el cinematógrafo sueco que acaba de morir Ingmar Bergman interpretó como el silencio de Dios. Cuando Woody Allen dice Dios no juega los dados con el universo, juega las escondidas, lo que está diciendo es que Dios está pavorosamente ausente de los terribles dolores que aquejan a los hombres.
Yo les voy a decir por qué hay filosofía, por qué hay todo lo que hay: por qué hay filosofía, por qué hay arte, por qué hay música, por qué hay pintura, por qué hay todas las expresiones a través de las cuales el hombre intenta inmortalizarse, trascenderse a sí mismo.
Todos esos intentos existen porque el hombre es un ser finito, porque el hombre muere.
Cuando digo el hombre digo la mujer también, eh. Lo que pasa que no hemos encontrado otra manera, tendríamos que hacer una revolución y en lugar de hombre decir mujer pero estaríamos más o menos en lo mismo.
El hombre es un ser finito. Sus días están contados y él tiene sin embargo hambre de inmortalidad. Nadie quiere morir. Digamos, Shakespeare hubiera entregado Hamlet, Macbeth, Othello, si le hubieran garantizado dos años más de vida. El hombre tiene pavor a la muerte y sin embargo, sabiendo que es un ser finito, se pregunta por la finitud, la afronta, no la niega.
Muchos la niegan, ¿eh? La droga, el sexismo, son montones de ceremonias para ocultar el hecho de saber que morimos. En cambio, la filosofía pone este hecho por delante.
Bueno, el hombre es un ser finito. El hombre es un ser que es finito y porque es finito es un ser que se angustia. Como el hombre se angustia, se angustia porque muere. Cuando la angustia le revela al hombre que su destino es la nada, le aparece la idea de la nada y la idea de la nada lo lleva a la idea de que él, va a ser nada durante mucho, mucho tiempo.
Cuando yo digo que la grandeza del hombre reside en que sabe que muere y sin embargo sigue viviendo... Esto está en la filosofía pero también está en otras expresiones, no solamente la filosofía plantea estas cosas, la plantean las novelas, la plantea la pintura, la plantea la música, toda partitura termina y cuando termina sentimos la angustia de aquello que termina. Y hay libros, hay libros por supuesto, hay montones de libros escritos sobre esto. Los libros de filosofía se escriben para responder a cuestiones a veces muy estrictamente filosóficas, pero en el fondo de todos ellos está el intento del hombre por pensar su situación en este mundo.
Por eso esto se llama Filosofía aquí y ahora.
Aquí es donde hacemos filosofía, no estamos en la Sorbona, no estamos en Friburgo, no estamos en la Academia Norteamericana, estamos en la Argentina, hacemos filosofía aquí. Vamos a hacer filosofía como argentinos inevitablemente porque estamos situados. Nuestro pensamiento es un pensamiento situado.
Y ahora es porque o la hacemos ahora o no sabemos si la vamos a hacer más adelante, porque el hombre es un ser abierto a miles de posibilidades pero en todas esas posibilidades está la posibilidad de que muera; en consecuencia, sin urgencia sin desesperación pero tenemos que considerar que cada minuto es absolutamente precioso, que el ahora tiene una densidad ontológica, es decir, una densidad de ser en la cual tenemos que participar, en la cual tenemos que comprometernos. Y que filosofar aquí en la Argentina y ahora es necesario porque este país necesita pensar, este país necesita salir de todo aquello que distrae a sus ciudadanos en medio de la pavada y de la estupidez.
A ver si soy claro en esto, quisiera decirlo claramente. En la televisión se trabaja para estupidizar a las personas. En general, en los medios de comunicación (y esto no pasa en la Argentina, pasa en todo el mundo), el poder a través de los medios de comunicación intenta colonizar la subjetividad de los sujetos. O sea, sujetar a los sujetos. Entonces, ese señor que llega cansado a su casa, que trabajó todo el día, llega y enciende la televisión, la televisión lo atrapa; lo atrapa con, digamos, el espectáculo infinito de la pavada. Y la pavada le impide pensar su situación, le impide pensar que quizás el trabajo que está haciendo no le gusta, que quizás debería cambiar de trabajo, que quizás debería irse de su casa, o debería estar más en su casa, o debería amar más a su mujer o amarla menos, o a sus hijos, o debería irse al Congo belga, donde sea, y escapar de todo; o debería quizás darse cuenta que ese aparato que está ahí idiotizándolo está para eso, para idiotizarlo, entonces el día que tome conciencia crítica de esto hace algo muy sencillo: lo apaga.
Cuando un tipo apaga el televisor porque sabe que desde ahí le están quitando la libertad subjetiva que él merece tener, ahí comienza su libertad.
Tenemos que preguntarnos por las preguntas de la filosofía.
La filosofía hace preguntas que no todos quieren preguntarse porque hace preguntas que en realidad toda la existencia humana, el entero planeta en el que habitamos está organizado para que el hombre no se haga esas preguntas.
Por ejemplo, hay preguntas como, ¿por qué es tan injusto el universo en que vivimos? ¿Por qué hay hambre? ¿Por qué hay gente que tiene tanto y gente que tiene tan poco? Esas son determinadas preguntas, pero son preguntas filosóficas, y son preguntas que han nacido, digamos, de una determinada filosofía, por ejemplo, la filosofía del querido cabezón barbado Karl Marx, que tenía una cabeza enorme, y se le ocurrió preguntar un día por qué algunos tienen tanto y otros tan poco, y escribió un enorme libro, El Capital, que bueno, ya entraremos en eso.
Ahora, las preguntas de la filosofía, las fundamentales, son del siguiente tipo, porque, digamos, la hicieron los griegos. Los griegos se asombraron de estar en medio de tanta maravilla y dijeron, todo esto que hay y que yo veo es algo, pero es un algo enorme, ¿y si en lugar de todo esto no hubiera nada? ¿si en lugar de esto no hubiera nada?; entonces, esa pregunta surge del asombro.
Pero hay otra pregunta fundamental que inaugura la modernidad del capitalismo, y es la que la que hace René Descartes en 1637 en uno de los textos más bellos de la historia de la filosofía, El discurso del método, que cualquiera lo puede comprar y lo puede leer en una hora o dos horas, y la pregunta de Descartes no surge del asombro, surge de la duda, y vamos a ver cuánto tiene que ver con nosotros.
Un día este señor Descartes simplemente dijo voy a dudar. Eso fue revolucionario. No hay nada más revolucionario que plantarse un día ante toda la realidad y decir, bueno, yo voy a dudar de todo. No me vendan más buzones, no quiero que me convenzan más. Yo voy a dudar de todo. ¿De qué dudó Descartes? Descartes dudó de toda la teología medieval, dudó del aristotélico tomismo, del tomismo aristotélico, dudó de las verdades evangélicas, dudó de la inquisición, dudó, en última instancia, de Dios.
¿Por qué dudó de Dios? Porque Descartes dijo voy a dudar de todo, y cuando alguien dice voy a dudar de todo tiene que dudar de Dios. Y Descartes estaba en 1637, lo habían quemado a Bruno, la inquisición ya había quemado a Giordano Bruno, Descartes estaba preocupado, por eso se fue a Holanda que era un país en el que todavía se podía pensar con mayor libertad, de donde vemos que el pensamiento requiere de la libertad para ejercerse.
En Holanda Descartes dice voy a dudar de todo, y después dice pero de lo que no puedo dudar es de mi duda, y después dice bueno pero si yo dudo es porque pienso porque mi duda surge de una actitud del pensamiento.
Entonces, dice, ¿de qué puedo no dudar? De mi pensamiento... Y saca la célebre fórmula, pienso, luego existo.
Pero me interesa más que nos mantengamos en la cuestión de la duda. Cuando él dice, voy a dudar de todo, nosotros hoy deberíamos decir también, dudemos de todo. ¿Qué hizo Descartes? Descartes apagó el televisor de la teología medieval. Ese era un televisor tremendo, además si uno no veía esos programas la inquisición lo quemaba, si uno no creía en lo que decía ese televisor la inquisición lo quemaba; Torquemada le golpeaba la puerta a uno y a la hoguera.
Entonces Descartes tuvo el enorme coraje de afirmar su propia subjetividad: voy a juzgar a partir de mi razón. Esto es revolucionario en filosofía, esto es lo que la filosofía tiene de contestatario, de revolucionario, de nuevo. Esto es lo que le puede cambiar la vida a usted. Descartes dijo, yo voy a dudar de todo, no les voy a creer más a todos aquellos que me dicen que tengo que creer en la verdad revelada de Dios, que la iglesia es la encargada de bajarla a la tierra y de aplicarla a través de sus grandes inquisidores. No, dijo Descartes, voy a dudar, y al hacerlo apagó entonces ese televisor de la teología medieval.
Que tal si nosotros, un día de estos, estamos en casa y estamos en casa como estamos habitualmente ¿no? Sentados ahí, chuc chuc chuc, dale dale dale con el zapping de una cosa a la otra y no nos importa nada. ¿Qué vemos? Vemos una catástrofe, vemos el hambre, vemos la tortura, vemos la guerra, vemos a las modelos, vemos todos los traseritos (por decirlo así, en un programa de televisión, uno de filosofía, uno dice trasero en lugar de culo), pero los vemos así abusivamente, nos tiran con todo eso, pasan de una cosa a otra, y quedamos así idiotizados hasta que nos dormimos.
Bueno, lo que hace Descartes es, bueno, basta con esto. Tiro el control remoto al diablo, agarro el otro aparatito y ¡tac! Apago el televisor y empiezo a pensar, estoy dudando de eso, yo estoy dudando de eso, porque en realidad todo ese vértigo creo que me lo están tratando de meter a mí, en mi conciencia, y yo no quiero que mi conciencia sea el vértigo que me están vendiendo, quiero que mi conciencia sea libre y piense en mis problemas. Entonces comienzo a dudar, yo voy a dudar de eso, y cuando comienzo a dudar, comienzo a ser libre. Libre, porque solo una conciencia crítica es libre.
No hay libertad si no está alimentada por la crítica. Y la crítica solo puede ser ejercida a partir de la autenticidad del sujeto crítico.
Y la grandeza del hombre reside en muchas cosas, reside en que, como dije y tenemos que repasar, es finito en un mundo infinito, es imperfecto en un mundo perfecto, lo angustia su pequeñez, lo angustia la idea de la nada, lo angustia la idea del dolor, de la injusticia. Y también la grandeza del hombre todavía, (todavía, porque puede ser que esto no sea para siempre), todavía puede radicar en que se rebele contra lo que intentan hacer de él.
Y quiero decir, y con esto rendir homenaje a un gran filósofo, Jean-Paul Sartre, que tenía un ojo que se le iba para un lado, pero la inteligencia la tenía clara... Sartre tiene una frase que dice, cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él,
Esta para mí es una de las frases más fundamentales de toda la historia de la humanidad, porque evidentemente desde que nacemos hacen de nosotros algo, nosotros nacemos y nos hablan, nos meten una lengua, si nos hablan, nos hablan, recibimos como en una esponja palabras, palabras, palabras. Cuando empezamos a hablar, ¿qué decimos? Decimos las palabras que nos dijeron. Es decir, no tenemos un lenguaje propio, creemos que dominamos una lengua y esa lengua nos domina a nosotros. Pero alguna vez vamos a tener que decir una palabra nueva. Alguna vez vamos a tener que decir una palabra que sea nuestra. Y esa va a ser nuestra libertad. Entonces, es cierto, está el lenguaje que nos condiciona, el entorno sociopolítico que nos condiciona, está el inconsciente que nos condiciona. Es verdad, todo eso, todo lo que quieran. Pero en algún momento, a partir de algún momento, tenemos que ser responsables de nosotros mismos porque somos lo que elegimos ser. Entonces, bienvenida a la frase del maestro Jean Paul que dice, cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él.
Bien, esta es la grandeza de la filosofía. La grandeza de la filosofía es entender estas cosas, entender estas problemáticas, entender que esto, en realidad, esto requiere coraje, porque la vida que alguien lleva es una vida que puede parecerle injusta pero es mansa, es mansa porque se deja llevar.
Usted va al trabajo, usted en la mañana se afeita, desayuna, va al trabajo, el jefe lo trata mal pero no lo escupe por lo menos, sigue, almuerza al mediodía en algún lugar, corta y choca porque son esos lugares donde este uno come y choca con los codos, come mala comida pero después se toma un digestivo, después sale y hay problemas con el tránsito, llega a su casa agotado pero bueno nada nada grave lo acosó durante el día, saluda a su mujer y se va a dormir usted, se va a dormir tranquilo y dice bueno pasó otro día de mi vida.
Sí pasó pero no pasó, no pasó nada en su vida, ese día no pasó nada en su vida. O sea, usted la pasó bien, usted no se amargó, usted no se asustó, usted no se angustió, se deslizó a lo largo de ese día como una especie de hoja en la tormenta del capitalismo del siglo XXI, que es el único sistema que está vigente. Pero, ¿cuánto más interesante hubiera sido si en ese día, de pronto, usted se para y dice, pero caramba, qué vida de porquería estoy llevando, no puedo seguir viviendo así, este empleo que tengo es terrible, mi jefe me trata mal, a mi mujer no me la banco más, a mis hijos los quiero pero me voy a separar y me los voy a llevar o si no se los dejo pero bueno yo que sé la verdad que no los quiero tanto o me resultan imbancables, que porquería es la televisión que es pura chatarra pura basura, además esas cosas redondas que muestran las mujeres todo el tiempo, ya estoy harto ¿no tienen cara las mujeres? ¿qué paso, se les fue la cara a las mujeres? Antes las mujeres tenían tenían labios, tenían ojos, ojos hermosísimos tenían. Por ejemplo Greta Garbo, Hedy Lamarr, Michelle Pfeiffer, que tiene unos ojos maravillosos; no, olvídese, no hay más, las mujeres ahora tienen una sola cosa: culo, y usted tiene que ver eso, porque eso le están dando. Entonces hay un momento en el que usted dice, bueno esto no va más, pero a partir de ese momento, ojo, usted está solo, usted está solo, y eso se lo tiene que bancar.
Se lo tiene que bancar y eso es una actitud filosófica pero es muy difícil porque usted a partir de ahí dejó de pertenecer a la manada y comienza a pertenecer a usted mismo y cuando usted comienza a pertenecer a usted mismo ya no tiene justificaciones, ya no puede distraerse. Tiene que elegir y usted va a ser el responsable de cada una de sus elecciones.
Aunque muchas de las cosas que dije están extraídas del pensamiento de grandes filósofos, de todos modos en nuestras próximas entregas, en nuestros próximos encuentros si es que usted sintoniza el próximo programa porque por ahí se asustó tanto que dice no, este tipo me quiere despertar, me quiere cambiar la vida, yo estoy cómodo, así yo veo lo que hay que ver, hago lo que hay que hacer, como lo que hay que comer, me visto cómo hay que vestirse, yo estoy fenómeno... Bueno no, está bien, pero acá eso no va; acá nosotros le vamos a plantear cuestiones peligrosas todo el tiempo. La filosofía es así.
Vamos a empezar a ver determinados autores para aprender la filosofía de estos autores. Vamos a partir de Descartes, del Discurso del método de 1637, después vamos a tomar a Kant, después vamos a tomar a Hegel, después vamos a tomar a Marx, y vamos a tratarlos lo más seriamente que podamos.
Y ahora vamos a irnos, porque todo lo que llega se va. Es una ley de la vida y es una ley del desarrollo histórico, y de la vida de cada uno de nosotros. Llegar e irnos.
Bueno, hasta luego.